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Artículos Breves – La mejor defensa es un buen ataque de risa

Suicidarme es lo último que haría, pero recuerdo haber oído a finales de año un reportaje en la radio donde se informaba acerca de un aumento en los índices de suicidio. Unas semanas después leí una noticia sobre alguien que se había quitado la vida lanzándose desde lo alto de un acantilado en el condado de East Essex, en la costa sur de Inglaterra. Ese acantilado, llamado Beachy Head, se ha hecho famoso porque allí acuden muchos suicidas dispuestos a cumplir su propósito: hasta veinte casos cada año. Todo esto me hizo pensar que en ciertas noches de otoño, quizá si estás pensando en suicidarte, puedas acudir allí y ver a otros que lo hacen por ti. Y estarles eternamente agradecido…

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“Dime cuál es tu relación con el dolor y te diré quién eres”, dice una sentencia de Ernst Jünger. Y realmente, si consideramos la vida como una serie de pruebas, la prueba del dolor es difícil de superar. Porque el dolor es en sí algo inmutable, no cambia ni desaparece, pero la forma de enfrentarse a él varía en función de cada individuo o de cada época. Hoy, por ejemplo, adopta a menudo la forma del aburrimiento, del hastío, que es una penosa consecuencia del horror al vacío. De hecho, el término procede de ab horrere. Pero tenía que ser un ruso quien le diera el significado exacto: el aburrimiento es el deseo de desear, escribió Tolstoi.

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Un experimento realizado durante la hora punta en el metro de Washington demostró que la belleza y el talento artístico pueden pasar completamente desapercibidos para la mayoría de la gente, por lo menos de la gente que pasa a diario por el metro de Washington. Un virtuoso del violín, Joshua Bell, tocó en el subterráneo algunas composiciones de los principales músicos clásicos del mundo, a la manera de un artista callejero. La prueba consistía en verificar cuántas personas se sentirían atraídas por sus notas, interpretadas con un violín Stradivarius de 1713, uno de los instrumentos más valiosos del mundo, y cuánto dinero recaudaría el intérprete. Aun teniendo en cuenta que no se trataba del mejor lugar para dar la nota y que la gente suele circular bajo tierra con la hora pegada al culo, los expertos pronosticaron que el violinista recaudaría unos 150 dólares, rodeado de sensibles viajeros que se detendrían a escucharle absortos por la música. Sin embargo eso no ocurrió. En 43 minutos, sólo 27 personas le dieron dinero, un total de 32 dólares. Nada que ver con lo que recauda en los conciertos, en los que cada butaca cuesta como mínimo 100 dólares.

Se trata de uno de esos experimentos que no demuestran nada en particular, pero tienen gracia, y por eso lo menciono.

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El seguro de accidentes es probablemente la única clase de seguro que puede contratarse sin que el asegurado tenga pleno conocimiento de ello. Lo único que en todo caso se exige es que el contratante vaya pagando las cuotas de manera regular. De tal modo que por ahí habrá más de uno paseando tranquilamente que valga más para su familia muerto que vivo, pero todavía no lo sepa. Y acaso no llegue a saberlo nunca… Lo cual ha dado pie a un buen puñado de películas memorables, dicho sea de paso, no hay mal que por bien no venga.

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Según la ley no está permitida la publicidad que no se ajusta a la realidad o que puede llevar al público a la confusión, lo cual es una cuestión que tiene más miga de lo que parece. El tema de fondo es la ubicuidad del mercado, que lo convertiría en invisible de no ser por la existencia de la publicidad. No podemos ver el mercado porque está en todas partes, como el aire, pero sabemos de su presencia por la publicidad. Invirtiendo los términos del liberalismo económico, se trataría de que la publicidad es la mano visible del mercado invisible, porque hasta el menos avezado de los publicistas sabe que la principal función de la publicidad comercial consiste justamente en confundir al espectador, engañarlo, convencerlo de que sólo consumiendo puede ser feliz, siquiera sea aparentemente. Toda publicidad debería estar prohibida, lo cual es imposible. Esta es la razón de que el Black Friday dure una semana y la Semana Fantástica de El Corte Inglés 14 días, por mencionar dos ejemplos de los más inocuos.

 


De Libro La mejor defensa es un buen ataque de risa (2011)

Artículos Breves – Nostalgia geométrica del caos

A principios del siglo XX, los científicos pensaban que no existían límites para el conocimiento.
Con la elaboración del principio de la incertidumbre, Heisenberg explicó cómo era posible que la luz fuese una onda y una partícula a la vez.
Demostró teóricamente que el conocimiento del microcosmos tiene límites de índole física, como la velocidad de la luz, y no sólo de tipo intelectual o lógico, como los señalados por Gödel en su célebre teorema.
Teniendo en cuenta el argumento de Heisenberg de que cada concepto tiene sentido solamente en función de los experimentos realizados para medirlo, concluiríamos que aquello que no puede medirse, no tiene significado en física.
No tiene sentido hablar de cómo es la trayectoria de un electrón en un átomo de hidrógeno, por ejemplo, si la imprecisión a la hora de medir la posición del electrón es del tamaño del propio átomo.
Cuando se trata de determinar si la luz es una onda o una partícula hay que llegar a niveles de una precisión imposible.
Es decir, hay cosas que no se pueden preguntar a la Naturaleza, porque ella misma las ignora: la respuesta precede a la pregunta, la hace posible.

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El argumento de que la democracia es el mejor de los gobiernos posibles es cierto siempre y cuando tengamos en cuenta que se refiere no a las posibilidades de creación de nuevos sistemas, que son infinitas, sino a las posibilidades dentro de la realidad, que están delimitadas por el entorno circundante.

La democracia es posiblemente un sistema necesario y muy válido en la esfera jurídica, como medio de convivencia y también como derecho político o social, pero debería quedar completamente excluida en todos los órdenes principales de la cultura, como puedan ser el arte, la ciencia o la filosofía, disciplinas que participan de la infinitud y del misterio, y que no pueden medirse por el rasero igualitario. Al extenderse más allá del ámbito de la política, la democracia termina por convertirse en un totalitarismo más, quizá el peor de todos.

De cómo resolvamos el conflicto entre libertad individual y democracia política depende la construcción y el destino de la sociedad durante el próximo siglo.

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Por la investigación neurológica sabemos que la parte más primitiva del cerebro humano es similar al cerebro de los reptiles y regula patrones de comportamiento como son los de territorialidad, la identificación de los individuos más fuertes o más débiles de una especie, el sometimiento, los rituales de intimidación, la repetición invariable de una misma respuesta ante un mismo estímulo… formas de conducta todas ellas que podemos ver constantemente en las clases política y empresarial. De hecho lo que lleva a las hordas burocráticas y financieras por el camino de la avidez y la violencia es su falta de inteligencia, su ignorancia, su incapacidad para lo mejor.

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Un argumento ético muy frecuente señala que cada individuo es libre de hacer lo que quiera mientras no afecte o dañe a otros.

Sin embargo, el argumento es falso si pretende ir más allá del ámbito jurídico para invadir la esfera moral. Ni se explican los límites de ese posible daño, ni se advierte que el dolor y la violencia forman parte indisoluble de la vida humana, y que una reducción de tal calibre nos privaría de la facultad para crear valores dignos y universales.

Las relaciones humanas pueden ser afectivas… y conflictivas. Sin cierto grado de crueldad –entendiendo por tal causar dolor a sabiendas– nunca aprenderíamos nada, ni aceptaríamos deberes éticos ni tampoco disfrutaríamos de derechos. Sólo la crueldad por la crueldad, cuyo absurdo y sinsentido la convierten en fin en sí misma, merece repulsa moral.

La ética es “camino de perfección” y no mera abstención de causar mal a otros.

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La uniformidad de nuestra época está marcada por la desaparición de la trascendencia.

En el mundo de hoy, el individuo se ha convertido en persona, o sea, en máscara, en tipo.

Todo se confabula para que consideremos nuestra vida singular como un impedimento para la buena marcha de las estructuras políticas, sociales, económicas, religiosas y científicas.

Para combatir el caos caímos en la parcelación estadística.

Frente al sinsentido y la barbarie colectivista, en su artículo “Socialismo contra espíritu”, Ionesco advierte:

“La sociología es imperialista. Rechaza tanto la biología como la metafísica. Tiende sobre todo a sustituir a ésta última. (…) Los colectivismos amenazan con socializar, en la totalidad de su ser, al individuo. (…) Reducido a lo social, el hombre no sería más que una partícula de la sociedad, no viviendo más que para la sociedad, incluso no imaginando poder vivir de otra manera, en tanto que funcionario social. Sería socialista hasta en su subconsciente, perdiendo su tercera o cuarta dimensión: el espíritu, que le es esencial y que no se puede medir (…) El hombre es un ser asocial, que no puede vivir sino en sociedad, pero que en sociedad, no puede vivir sino asocialmente.”

¡Que viva la verdad libre!

 


Del Libro Nostalgia geométrica del caos, 2001

Seis precursores, seis

Al genio francés, de origen judío y aragonés, Miguel Eyquem López, alias Michel de Montaigne, inventor del ensayo propiamente dicho (género un tanto anárquico y a salto de mata que se parece muy poco, por cierto, a los ladrillos que nos quieren hacer tragar quienes se han apropiado del término), cabe atribuir también la primera propuesta de creación de los anuncios clasificados o anuncios por palabras, que hoy inundan los medios y redes sociales en toda clase de versiones; la primera propuesta que yo sepa, claro:

«Mi difunto padre, hombre de juicio preclaro, aunque no le hubieran ayudado más que la experiencia y su natural, díjome antaño que habría deseado organizar en las ciudades, un lugar establecido para que aquellos que algo necesitaran pudieran acudir a él y un empleado colocado allí a ese efecto, registrase su asunto, como por ejemplo: Vendo perlas, busco perlas en venta. Uno quiere compañía para ir a París; otro pregunta por un criado de tales características; otro por un amo; otro pide un obrero; quien esto, quien aquello, cada cual de acuerdo con sus necesidades. Y parece que este procedimiento para informarnos unos a otros reportaría no pocas ventajas al trato público; pues en toda ocasión hay naturalezas que se buscan recíprocamente y por no oírse entre ellas, quedan los hombres en extrema necesidad».

  • (Ensayos – tomo I, capítulo XXXV, publicado en 1580).

 


Más enigmático es el apunte de Leonardo da Vinci en su Cuaderno de notas (edición de Booket – Ámbito cultural, pag. 34), donde el artista florentino augura el éxito de las tarjetas de crédito y la especulación monetaria y mercantil características del capitalismo consumista:

“El dinero invisible proporcionará el triunfo a quienes lo gasten”.

 


Invirtiendo la máxima del romano Horacio, en su poesía “El poeta no nace, se hace”, Lewis Carroll aconseja a un joven aprendiz de poeta en unos términos que nos recuerdan muchísimo los métodos de escritura que desembocarían en la explosión del surrealismo: concretamente, el Manifiesto Dadaísta data de 1916, cincuenta años después de la composición del escritor y matemático inglés. Dice así:

“Primero aprende a ser espasmódico…/ Es una norma muy simple./ Porque primero tú escribes una frase/ y luego la rompes en trocitos./ Después mezclas los trozos y los ordenas/ como caigan en suerte./ El orden de las frases/ no establece ninguna diferencia”…

  • “Poeta fit non nascitur”, hacia 1865.

 


También Edgar Allan Poe sentía fascinación por las matemáticas y, al igual que el autor de Alicia, pensaba que los mecanismos de la inteligencia son más interesantes y fecundos que sus resultados.


Si el anterior poema de Lewis Carroll se adelantaba en cincuenta años a las técnicas dadaístas, no menos espasmódicas (y grupales) son algunas de las prácticas de los Kama Sutra, el célebre tratado sobre el amor sexual de la literatura sánscrita, compuesto por Maharshi Vatsyayana a guisa de resumen para la nobleza hindú, allá entre los siglos I a V, durante la dinastía Gupta. Toda su primera parte está dedicada al estudio de las 64 artes que componen lo que el autor denomina ‘ciencia del amor’.

Una de ellas, la número 28, dice así:

“Un juego que consiste en repetir versos: una vez ha terminado una persona, otra debe empezar inmediatamente recitando otro verso cuya primera palabra será igual a la última del verso anterior; quien deja de proseguir es considerado perdedor y obligado a pagar una prenda o abandonar el juego”

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La número 45 se refiere al “arte de hablar cambiando la forma de las palabras. Esto se hace de diversas maneras. Unos cambian el principio y el fin de las palabras; otros intercalan letras parásitas en cada sílaba, etc.”

La número 49 propone “los ejercicios de ingenio, tales como completar estrofas o versos de los que sólo se conoce una parte; o suplir una o dos o tres líneas, en tanto que las demás han sido tomadas al azar, de forma que se complete un verso entero que tenga sentido; o de componer las palabras de un verso escrito de forma irregular, separando las vocales de las consonantes u omitiéndolas por entero; o de poner en verso o en prosa frases representadas por signos o símbolos. Existe una gran variedad de ejercicios de este género”.

¿No es alucinante? Son todas ellas técnicas muy similares a los cadáveres exquisitos y otros juegos surrealistas, dadaístas y de las demás vanguardias que dinamitaron la práctica del arte en Europa durante la primera mitad del siglo XX. Y considerados estos juegos de palabras como arte erótico ¡Y con casi 2.000 años de adelanto, en la India de la Edad de Oro!


Será de nuevo Edgar A. Poe (o Edgar, a poet, como firmó en alguna ocasión) quien en una de sus narraciones dialogadas de argumento apocalíptico, Potencia de la palabra, escrita en 1845, anticipa en más de cien años la formulación del efecto mariposa del que se sirvieron los autores de la teoría del caos para ilustrar la imprevisibilidad de los sistemas complejos, especialmente entre ellos el científico belga de origen ruso y premio Nobel de química Ilya Prigogine. La descripción de Poe se aproxima mucho a ese punto de vista, cambiando el batir de las alas de la mariposa por la agitación de las manos humanas, y teniendo en cuenta que son inteligencias angélicas quienes hablan. Extraigo algunos pasajes:

“Agitando nuestras manos, cuando nosotros habitábamos en esa tierra, causábamos una vibración en la atmósfera terrestre. Esta vibración se extendía indefinidamente hasta tanto no se hubiese comunicado a cada molécula de la atmósfera, la cual, a partir de ese momento y para siempre, se ponía en movimiento por la sola acción de la mano. Los matemáticos de nuestro planeta han conocido bien este hecho (…), de modo que se hizo fácil determinar en qué periodo preciso una impulsión de un alcance dado podría dar la vuelta al globo e influenciar, para siempre, a cada átomo de la atmósfera ambiente. Por un cálculo retrógrado, determinaron sin esfuerzo –dado un efecto en unas condiciones conocidas– el valor de la impulsión original. Entonces esos matemáticos, que vieron que los resultados de un impulso dado eran absolutamente sin fin (…) comprendieron a la vez que esta especie de análisis contenía, él también, una potencia de progreso indefinida, que no existían límites a su marcha progresiva y su aplicabilidad, excepto los límites del mismo espíritu que la había empujado o aplicado. Pero, llegados a este punto, nuestros matemáticos se pararon. (…) De lo que ellos sabían, podían inferir que un ser de una inteligencia infinita –un ser al que el absoluto del análisis algebraico le fuera revelado–, no experimentaría ninguna dificultad en seguir todo movimiento imprimido al aire hasta sus repercusiones más lejanas. Es demostrable, en efecto, que cada movimiento de esta naturaleza imprimido al aire debe al fin actuar sobre cada ser individual comprendido en los límites del universo; y el ser dotado de una inteligencia infinita, el ser que hemos imaginado, podría seguir las ondulaciones lejanas del movimiento, seguirlas, más allá y siempre más allá, en sus influencias, sobre todas las partículas de la materia o, en otros términos, en las creaciones nuevas que ellas alumbran (…) Esta potencia del análisis retrógrado, en su plenitud y en su absoluta perfección –esta facultad de relacionar en todas las épocas todos los efectos de todas las causas–, es evidentemente la prerrogativa de la Divinidad sola.”

Sorprendente, ¿verdad? Pues atentos: vamos a visitar la tumba de Ulalume.


Más sobre Poe:

Durante el invierno de 1847, Edgar Allan Poe compuso su obra maldita por excelencia: Eureka, a prose poem, alucinado por lo que consideraba la piedra angular de la ciencia futura, la clave de los secretos del Universo físico y espiritual. Sin apenas formación científica, Poe imaginó conceptos de la física que resultarían verdaderos. De hecho, la idea central del libro es el Big Bang como origen del Universo, un pensamiento sorprendente para un hombre de la primera mitad del siglo XIX. Poe intuyó con acierto que muchos de los cuerpos catalogados como nebulosas de nuestra galaxia eran en realidad otras galaxias situadas fuera de ella; relacionó tiempo y espacio en un único concepto; reconoció la gravedad como una fuerza capaz de propiciar el colapso de gigantescas cantidades de masa hacia un centro común; describió la existencia de agujeros negros y su acción absorbiendo a otros astros; comprendió que la estructura de la materia se basa en fuerzas de atracción y repulsión, algo sin sentido entonces hasta que el desarrollo de la microbiología verificó que los átomos no son indivisibles, y que la naturaleza y el funcionamiento interno del átomo se debe a las cargas positivas y negativas de las partículas que lo forman, la llave de la física subatómica.

La primera teoría científica que presentaba un modelo del Universo en expansión apareció setenta años más tarde, en 1917. Y no fue hasta 1965, con la detección de una radiación de fondo generalizada en todas las direcciones del espacio (que valió el premio Nobel a sus descubridores), cuando la ciencia reconoció que el Universo se formó a partir de la explosión de un superátomo primigenio donde estaba concentrada toda la masa y la energía hoy existentes.

En su día, Eureka no levantó el menor interés, a pesar de las conferencias que pronunció su autor para promocionar la obra. Hubieron de pasar 118 años de evolución tecnológica hasta las gigantescas antenas parabólicas de los radiotelescopios, para que la idea básica que Poe presentara en su libro dejara de ser una quimera.


(Atención, es Eureka: “Las consideraciones que en este ensayo hemos seguido paso a paso nos permiten percibir de un modo claro e inmediato que el espacio y la duración son una sola cosa. Para que el universo pudiera durar […], fue necesario que la difusión atómica original se hiciera en una extensión inconcebible, aunque no infinita. Se requería, en una palabra, que las estrellas se condensaran hasta adquirir visibilidad, que tuvieran todo el tiempo necesario para cumplir estos propósitos”).

“No tengo deseos de vivir desde que escribí Eureka. No podría escribir nada más”. (En carta a su suegra, María Clemm)


Norteamericano como Poe, también Jack London murió desquiciado a los 40 años, y en 1907 nos dejó una profecía de un futuro nada amable inspirada por algunas de sus obsesiones características: la anticipada relación de una revolución obrera de dimensiones planetarias que sería aplastada por los poderes oligárquicos, a los que adjudicó un nombre común y definitorio: El Talón de Hierro. Recurriendo a las armas del capitalismo más salvaje, este poder implacable derrotaría a las masas proletarias, a veces fuertes y a veces débiles, pero siempre desunidas y vulnerables. Es una crónica anticipada de unos acontecimientos que se presagiaban en aquellos principios de siglo y que London imaginó con clarividencia. Auguró el crack del 29 y la guerra entre EE.UU. y la Alemania Imperial, que comenzaría curiosamente con el ataque de la flota alemana a Honolulú, el mismo escenario donde años más tarde habría una base militar llamada Pearl Harbour. Como paradigma de hermosa profecía no cumplida, la fingida guerra de London termina enseguida: los trabajadores, mediante la huelga general, fuerzan el fin de las hostilidades. Siete años después de publicarse El Talón de Hierro, Europa iba convertirse en un cementerio y nadie sería capaz de impedirlo.


 

Montaigne, Leonardo, Lewis Carroll, Vatsyayana, Poe, London, seis precursores, seis.


El tiempo todo locura

Postmodernidad, paloma de Kant

La ciencia no pretende enunciar nunca verdades absolutas y definitivas, sino sólo conclusiones provisionales.

Una de las principales manifestaciones del pensamiento postmoderno y relativista es el pensamiento débil propugnado por los filósofos de las escuelas de los setenta en adelante. La fórmula es atractiva, pues apela a nuestra tendencia a ponernos de parte del débil frente al fuerte, al que por medio de una metonimia casi automática identificamos con el mal, la prepotencia y la agresión. Pero no hay que confundir la fuerza, que es la capacidad de mover o modificar algo, con el abuso de dicha capacidad, que es una cuestión moral. De hecho el pensamiento más fuerte del que disponemos, en sentido literal, el más operativo, es el pensamiento científico, que es a la vez el menos dogmático.

La ciencia no pretende enunciar nunca verdades absolutas y definitivas, sino sólo conclusiones provisionales. Nos propone modelos parciales continuamente sometidos a revisión, y en ello reside su enorme fuerza transformadora. La ciencia no es dogmática, precisamente porque se basa en el conocimiento objetivo, el que se refiere a los objetos, al contrario que el mero subjetivismo, que sólo defiende la verdad del punto de vista, pues, contra la creencia habitual, ahí es donde reside el fanatismo. Nada que ver tampoco con las teorías sociopolíticas o psicológicas que pretenden explicarlo todo a partir de una serie de principios generales, teorías que los postmodernos han criticado sobradamente con razón. En realidad, eso ha sido el pensamiento postmoderno y relativista.

Pero cayendo después en el error contrario. Si no es posible explicar todo completamente, no es posible explicar nada. Como intentan imponernos formas de pensar rígidas y sistemáticas, no hay que aceptar ninguna disciplina. Así los postmodernos han terminado por convertir en dogma de fe el relativismo. Pretenden liberarse de todas las ataduras, de todas las reglas, pero al contrario que los surrealistas (también ellos discípulos adelantados de Marx, Nietzsche y Freud), no quieren admitir que eso tiene sentido en el inaprensible mundo de los sueños, donde el pensamiento confunde independencia con espontaneidad, y de ahí, veracidad con autenticidad, y para sentirse más libre acaba aleteando en el vacío, como la paloma de Kant.

La mejor defensa es un buen ataque de risa

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