Nostalgia geométrica del Caos

Aforismos bufos

Libro Nostalgia geometrica del caos Rafael Gonzalo

Rafael Gonzalo (Gonzaver Ediciones, 2001) 104 páginas.

Rafael Gonzalo es el autor del libro de aforismos Nostalgia geométrica del Caos”, una singular combinación de profundidad de pensamiento y poesía, donde la ciencia, la historia, el arte y otros conceptos principales aparecen revisados con una expresión de fondo metafórico y una mirada certera y heterodoxa.

Lo que el lector puede apreciar en estas páginas, lo que le seduce y emociona es la pirueta del hallazgo y el juego de palabras, la vuelta de tuerca de la greguería, las metáforas en ráfaga y la inversión surrealista de las frases hechas para ver qué sale, y siempre sale algo imaginativo y deslumbrante. He aquí algunos ejemplos: “El deber es el derecho del revés”; “Las mujeres no quieren sexo ni seso: lo que quieren es amor”; “Dios es tan humilde que ni siquiera existe”; “La angustia de la página en blanco se combate con humor negro”; “Es justo violar toda ley, a condición de fecundarla”; “La vida y el amor están determinadas por reacciones no sólo químicas, sino también alquímicas, con su azar inexplicable”; “Quien no tiene sueños, tiene dueños”, etc.

Pero no sólo eso: también descubrimos el punto de vista original, muy personal del autor, que suponen sus consideraciones acerca del lenguaje (“Se hablan en el mundo cerca de ¡5.000 lenguas! ¿Cómo decir exactamente lo que se quiere decir?”);o sobre los avatares históricos (“Si la Historia la escriben los vencedores, la Historia es siempre la versión de Caín”);o sus subversivas propuestas para el nuevo milenio (“Que la ciencia abandone atribuciones religiosas y aspiraciones proféticas y regrese al amparo de su vocación generosamente descriptiva: no existen leyes naturales basadas en certezas, sino leyes científicas basadas en probabilidades –la naturaleza no tiene leyes, es libre”).

Un paseo por los entresijos del sistema de poder basta para que nuestro autor desvele los sobrefondos del progresismo y los derechos humanos, tolerantes con las libertades individuales siempre y cuando no pongan en peligro la primacía del Estado. Cuestiona el tabú de la democracia, que modifica lo adjetivo de la dictadura manteniendo lo sustantivo, y valora el fenómeno de la inmigración como mera “importación de pobres”, dentro de un sistema capitalista que se impone en la forma de imperio absoluto de la producción”. Aboga por la medicina entendida como arte y no sólo como ciencia (“La medicina ha progresado de tal manera que ya no estamos seguros de nuestra propia muerte”). Comprende muy bien a una Iglesia fundada sobre la fe en “Cristo muerto, pero no en el vivo”. El amor le parece –y es una excelente definición– “la respuesta de la voluntad y la inteligencia ante la frustración de no ser todas las cosas”, y la libertad “el arte de gestionar los deseos”. Lamenta la falta de dimensión espiritual de nuestra época, donde la empresa de la filosofía se ha visto reducida a filosofía de la empresa.

Y hace una fundamental defensa del insobornable poder libertario de la creación artística, o lo que es lo mismo, de la verdad de la ficción que nos permite superar la ficción de la verdad: Hoy el arte se considera como un lujo, un objeto o una mercancía y no como un medio de moldear y canalizar nuestra vida emocional, con lo cual el criterio económico prevalece sobre el estrictamente artístico. Pero el arte es, ante todo, el lenguaje de las emociones, y si no las produce o las expresa intensamente no es arte sino artificio, artesanía, artefacto, artimaña… o artillería”. 

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